La
vejez de algunos humanos es tan lamentable y tan increíblemente injusta que me
hace llorar... Estaba esperando a ver el carro de mi novia que iba a recogerme
al lado del paradero de buses de sao pablo C.C, cuando llega tambaleante una
señora de unos casi 80 años, murmurando para sus adentros algo que no era
entendible por la distancia y su agotada modulación. Dudó para dónde coger y
seguir caminando, mirando para todos lados hasta que paró, paró y cerró sus
ojos, balbuceando de nuevo. Yo me inquiete y le dirigí la palabra preguntándole
si estaba buscando la entrada al centro comercial, a lo cual ella respondió con
un llanto de bebé recién nacido, inocente y real. Aunque de sus cansados ojos a
duras penas salían lágrimas desnutridas, todo su rostro me contaba su
sufrimiento, mientras me mostraba una enorme chamba llena de pus y sangre seca
en su pierna izquierda que nunca supe cómo se la hizo pero era la razón por la
que tanto tambaleaba al caminar. Me contó diciéndose a sí misma animal de monte
y bruta, que había cometido un grave error, su única hija que está en España,
le había enviado un dinero para que se hiciera revisar y curar la herida por un
médico, pero cuando se dirigió a Bancolombia de la frontera, la devolvieron,
porque había olvidado un papel con el código correspondiente del giro, ese era
el error que me dijo en un principio que había cometido, dejar el ficho, como
ella lo llamaba. Aunque rogó y se arrodilló frente a la asesora mostrando su
cédula y su pierna, suplicando ayuda para no perderla, fríamente la dejaron
ahí, hasta que se cansara y decidiera irse. Qué repulsivo me resultó imaginarme
la cara de la desgraciada sin corazón que no hizo nada por ayudar a este
personaje vulnerable, enfermo, lleno de arrugas, tristezas y tanta desazón a su
edad. Nunca le pregunté su nombre, pero tenía cara de Martha, una Marta
abrumada. Siguió llorando mientras me contaba esta vez que no tenía como
devolverse para su casa, porque como no pudo reclamar el dinero y sólo tenía el
pasaje para llegar a la frontera, estaba hasta pensando en tirarse al río, cosa
que me impresionó de una manera exorbitante, ¿cómo era posible que una abuelita
tuviera una vida tan miserable y solitaria?. Pregunté por su familia y dónde
vivía, estaba sola con su tía de 95 años, viviendo en una pieza en una casita
pobre de un barrio de Guayabal, no tenía a nadie más acá. Yo ya estaba decidida
a ayudarla como pudiera, no tenía plata, estaba igual que ella, pero a mí al
menos me iban a recoger, entonces me ofrecí a llevarla hasta la casa, pero me
suplicó que no lo hiciera porque no quería que le pasara nada malo a su nuevo
ángel, me dijo. Durante toda la historia, fui "hermosa mía y
ángelito" y por dentro a mi sólo se me hacían nudos de impotencia, sólo quería
ser dueña de alguna de las fortunas más grandes del mundo o ser súper héroe y
sin ningún lamento estúpido darle en los años que le quedan, una vida decente a
esta mujer vieja, que más bien me parecía una niña perdida en la desesperación
de su situación. Llevé a "Martha" hasta la entrada a Guayabal por el
puente de la Aguacatala y le di 5 mil pinches pesos para que se fuera de ahí a
su casa sana y salva porque no tenía para darle más. No puedo decir cuántas
veces me bendijo y agradeció, cuando yo sólo me desvanecía por dentro pensando
en cuantas cosas semejantes pasan todos los días y nos hacemos los
desentendidos... Cometemos el error de enamorarnos mucho del presente con las
dichas que gozamos pero nos olvidamos que algún día seremos ellos, los viejos,
y no creo que a ninguno le guste ser ignorado o atropellado cuando su
existencia muchas veces, se las hacen sentir como un hijo de puta estorbo, no
creo que a ninguno le guste sentir eso con el peso de tantos años en su
espalda, yo me pido una hamaca, música, buena compañía y una señal de alegría,
una sonrisa, no una Martha marcada por la aureola de la pobreza y el
sufrimiento diario esperando que Dios se acuerde de ella para terminar tanto
desdén en este mundo. Nunca le pregunté su nombre, pero tenía cara de Martha,
una Marta abrumada, abrumada y triste.
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